los pasos hacia atrás
Aún duelen...
Pensar en ella se habia convertido para Arquimiro en una especie de catarsis, cada vez que se le presentaba un problema con solo pensar en ella el problema desaparecia o lo resolvía con tan facilidad que parecia arte de magia de una función de Houdini. Se levantaba cada mañana con la firme decisión de confesarle su amor, asi se enfrente a la verguenza de ser rechazado, tener ese amor del otro lado de la cama para toda la vida bien valia ese precio. Siempre se decia lo mismo, y siempre volvia en las noches con el rostro marchitado por alguna oportunidad perdida.
El amor de Arquimiro por Maria Eugenia, era de los amores que solo han conocido los poetas, capaz de resistir ocho años sin decirle si quiera una palabra que sea indicio de este febril estado, de mirarla pasar de la mano de muchos galanes y de tan solo mirarla su día estaba completo.
Cierta vez para la primavera del 52 Maria Eugenia salió del pueblo con su padre, terrateniente de rostro fiero, con unos kilos de más, para ver unas propiedades en Motupe. El viaje duró dos semanas, durante doce dias Arquimiro sufrió fiebres incontrolables, salpullidos, dolores de pecho, que el médico, que conocia muy bien a Arquimiro, diagnóstico, como "mal del amor lejano"; los otro dos dias Arquimiro espero sentado frente a la casa de los Alva, cubierto con una manta por las fiebres que aun no el daban tregua, el regreso de su bien amada. Cuando regresaron y la vió pasar frente a él, creyó que era una alucinación de las varias que habia tenido por culpa de los males del amor lejano, reparó en la verdad de su visión cuando, comprobó que junto a ella caminaba su padre. Siempre la imaginaba sola y siempre desnuda, pero nunca se atrevía a tocarla, creía que el placer recaía en solamente en mirarla, asi que cuando vi a la inmensa figura de su padre y a ella vestida, supo que era verdad, dió un brinco de felicidad y la misma destrozó las barreras físicas que le habia impuesto la fiebre, intento correr para abrazarla, besarla y decirle lo tanto que la había extraño, pero no pudo, como tantas otras veces, sabia que las fuerzas del corazon no le daban para tanto.
Pero este día por alguna extraña razón, la fuerza del corazón parecia desbordarlo, estaba decidido a confesarle su amor a María Eugenia. Ideó un plan ultra secreto, donde cada detalle estaba cuidadosamente diseñado para que él y ella pudieran conversar a solas y él no tuviera ninguna verguenza al decirlo. Y así sucedió al final de todos los malabares que realizó Arquimiro, pudo quedarse a solas con Maria Eugenia.
Ahora por fin despues de tanto tiempo de espera, de tantos males, de tantas noches pensando en ella y solamente en ella, como si su vida fuera una extensión de la suya, ahora despues de tantas aungustias en el pecho, por fin estaba frente a ella a solas, y más aun estaba con el valor que nunca habia tenido para enfrentar ese momento. Respiró despacio, lo más suave que pudo para contener sus ansias y corregir sus nervios, por fin se creyó preparado para poder pronunciar alguna palabra, y le dijo sin saludarla: Eres lo más bello que he visto en mi vida, y que veré jamás, mi vida sin la tuya no encuentra razón, estoy enamorado de ti. No era el discurso que tenia preparado, fue lo que le salió del corazón. Ella escuchó casi sin inmutarse, esbozó una sonrisa, y le dijo: Y recién me lo dices, y salió corriendo. Arquimiro creyó entender en su sonrisa y en sus palabras que ella tambien lo habia estado esperando, no sospechaba que dentro de 3 meses estaba pactada su boda con un terrateniente de Motupe amigo de su padre, y que si algún sentimiento sentia por él, era lastima, porque ella se habia dado cuenta hace mucho tiempo del amor no correspondido de Arquimiro hacia ella. Sentia una rabia al saber que Arquimiro nunca le confesaba lo que sentia, a pesar de que para ella era muy obvio.
Para Arquimiro ese dia fue el mejor de su vida, vio la sonrisa de lastima que dio Maria Eugenia, como una sonrisa de amor timido, y esa idea se reforzó con sus palabras. Arquimiro caminaba pensado en lo bello del momento, en lo que valió el esfuerzo en la sonrisa de Maria Eugenia, hubiera podido dibujar el rostro de ella aun con los ojos cerrados, pensaba, de pronto se sintio en el suelo, no sentia las piernas, ni los brazos, y un liquido biscoso le corria por el rostro. Arquimiro no llegaba a comprender que sucedia, estaba trantando de reaccionar, de pararse, pero no pudo y más aun bomito el liquido biscoso por la boca sin comprender. Lo recogieron al siguiente dia muy temprano, cuentan que lo encontraron todo manchado en sangre pero con una sonrisa, que sin duda era de amor.